En una Buenos Aires húmeda y diseñada por ingenieros sajones, me dirigía apurado al teatro. Era muy tarde. Llegué y todos ya se iban. Transpirados por este clima tropical, bajando por una escalera de estilo prusiano.
Crucé el paraíso, llegué hasta su loft y bailamos un valls-cha-cha-cha entre sofás marrones. Algunos de terciopelo, otros de cuero.
La pasamos bien... como aquella vez en Mc Donalds, vestidos de leñadores.