El Tramposo se disfraza de animal, de caballero, de héroe. Nunca rompe las reglas, sólo las dobla un poco, encuentra el hueco y pasa de manera escurridiza… como una anguila. Cuando necesita que una regla se rompa, espera a que otro la rompa; y si no puede esperar, apela a su elusiva inteligencia para desencadenar una cascada de tradición oral: le dice a uno que otro ordenó hacer algo y aquél, desprevenido, rompe la regla… y la anguila pasa.
El Tramposo es amistoso y educado; invita, sonríe y felicita. También escucha atentamente las inquietudes del prójimo, lo reconforta y lo tranquiliza; para que éste descanse en él, se apoye y confíe. Nunca se lo verá de mal humor, ni cansado, ni levantando la voz, ni confrontando. Él eludirá todo ataque.
El Tramposo; cuando una situación se torna insostenible para todos, grita a viva voz: “Dejen… Yo me encargo”. Destraba conflictos, y se pone al hombro la responsabilidad de todos; quienes callan y otorgan.
La anguila deja correr el agua, el caballero sacrifica su capa para que las señoritas puedan pasar a través del charco, el héroe se ofrece a embarrarse con el consentimiento de todos, y el Tramposo es cada uno de ellos.
“Nunca atraparás a una anguila en el agua. Para atraparla, deberás drenar toda el agua. El agua es tradición oral, la acequia es palabra escrita.”
Dijo la Gata Montesa.
A mi también me sedujo el tramposo. Es irresistible, derrocha carisma (aunque no nos guste).
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