En ciertas ocasiones, la vorágine de la realidad sólo permite mirarla y no deja tiempo para escribirla; pero mientras más larga se hace la distancia entre la vida y la crónica, los sueños se entreveran para apuntalar el relato.
Siempre me ha pasado eso.
El Pony Blanco fue mi escape, mi refugio, mi fuente de fortaleza.
La Anguila había construido mucho poder; y el Viejito ya no podía ayudarme ni hacer nada al respecto. Este proyecto siempre estuvo destinado al fracaso... a la rapiña.
Los cóndores sobrevuelan la chimenea de la planta; y se lanzan a rapiñar lo que su aguda visión capta.
Zoom!
Y abajo yo solo, como un espantapájaros; mientras la Anguila regaba de carne muerta toda la obra, para que los rapaces vinieran, se apiñaran y enquilombaran todo.
Así fueron mis días por un tiempo, mientras cabalgaba el Pony Blanco.
Pero la anguila murió y la pregunta es que va a pasar con los demás cóndores?
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