jueves, 28 de febrero de 2013

Mientras Cabalgaba IV: Presiones


Cuando uno entra por la ventana, debe dejar que otros también lo hagan.

Cuando todos entran por la ventana, la puerta no se usa y los roles se invierten. Los clientes son contratistas, los contratistas, clientes y todos carroñan de la vaca lechera muerta... en un frenético e infinito puenteo de favores.

Es pintoresco cómo los subcontratistas entran como panchos por su casa, demandando y apretando; como si todos fueran lacayos. Charlan un rato con uno, putean un rato a otro, se calman, se van, hacen un llamadito y enseguida empiezan a caer los llamados de arriba.

Necesitan un boludo que enjuague la ropa sucia, así los risueños gordos tránsfugas siguen cuchicheando tranquilos y tomando mate afuera, entre palmaditas y abracitos.

La patria del manoseo, de la matufia simpática... del apriete de abajo, de los costados y de arriba.

Transan, arreglan y manosean, porque la orden vino de arriba. Un arriba que nunca veremos, un arriba que no está escrito, un arriba que dicen que está arriba... pero que en realidad, está entre todos nosotros.

martes, 26 de febrero de 2013

Mientras Cabalgaba III: Recuerdos Tristes


En Colombia había equipo. Eramos un barco navegando un mar de Zombies.

Acá estoy solo, nadando contra la corriente de un río de gente. Fluye el caudal del recurso humano desde la puerta de ingreso a la puerta de salida; flujos turbulentos y remolinos me intentan ahogar y sólo los espíritus benignos me reconfortan, pero son sólo espíritus.

El Gordo... Cuánto lo extraño; y al resto también.

Las alianzas son fugaces e interesadas; con socios lamentables y mediocres. No los invitaría a mi casa. No los abrazaría. No los extrañaría.

En Colombia había equipo y lo extraño. Temo romper en llanto si vuelvo a pisar las calles de Bogotá.

Recuerdos grises, recuerdos tristes... y algo de arrepentimiento.


lunes, 25 de febrero de 2013

Mientras Cabalgaba II: El Leñador


No quedó más remedio que empezar a hachar. Como disciplina, como ejercicio.

Con la madera hice el fuego y a través suyo vislumbré el final del Tramposo. Descubrí que el Cuerno Rojo era Roberto; que el Tramposo era la Anguila y que el gatillo cruzado del Waikan funciona.

Recordé que primero odié a Roberto; lo cual sentenció a muerte a la Anguila. No hacía falta más nada, sólo esperar. Primero fue Gemelo por Liebre, ahora Tramposo por Cuerno Rojo.

Dejé de odiar a Roberto cuando empecé a odiar a la Anguila. El Francotirador amedrentó a Roberto y éste no atacó más.

Más tarde cayó la Liebre... misma suerte correrá el Cuerno Rojo.


martes, 19 de febrero de 2013

Mientras Cabalgaba I: El Espantapájaros



En ciertas ocasiones, la vorágine de la realidad sólo permite mirarla y no deja tiempo para escribirla; pero mientras más larga se hace la distancia entre la vida y la crónica, los sueños se entreveran para apuntalar el relato.

Siempre me ha pasado eso.

El Pony Blanco fue mi escape, mi refugio, mi fuente de fortaleza.

La Anguila había construido mucho poder; y el Viejito ya no podía ayudarme ni hacer nada al respecto. Este proyecto siempre estuvo destinado al fracaso... a la rapiña.

Los cóndores sobrevuelan la chimenea de la planta; y se lanzan a rapiñar lo que su aguda visión capta.

Zoom!

Y abajo yo solo, como un espantapájaros; mientras la Anguila regaba de carne muerta toda la obra, para que los rapaces vinieran, se apiñaran y enquilombaran todo.

Así fueron mis días por un tiempo, mientras cabalgaba el Pony Blanco.

viernes, 8 de febrero de 2013

Conclusiones


Y un día pasó lo que nadie creía: el invierno terminó...

La Gata Montesa me protegió hasta que el Pony Blanco me llevó lejos, hacia el confín de los anhelos.

La cabeza de la Anguila nunca apareció, sin embargo todos afirman que se la cortaron. Nunca se despidió, lo sacaron del agua... Recuerdo a Murdock contándome que las anguilas son de agua cálida, y que no se bancan el frío. Tal vez haya sido eso... Otros dicen que "la obra se lo comió". Lo cierto es que los temores de una invasión Zombie quedaron sepultados con la Anguila.

Construimos nuestros propios monstruos para temerles en la oscuridad... nuestras propias jaulas de angustia. Demasiadas preocupaciones para situaciones que decantarían por sí solas. Después del invierno siempre viene la primavera. No hay opciones, aunque el invierno sea eterno.

Las flores, el antídoto a mis traumas.

Un nuevo amanecer. Tal vez el día de hoy no sea mejor que el de ayer; pero al menos será distinto.