domingo, 24 de junio de 2012

Entre Perros Esteparios


La Anguila no está; se fue a su casa de descanso y quedó a cargo de la obra uno de los sub jefes. Oscar, un viejo buenazo de bigotes y ojos claros, ingeniero civil de enternecedora parsimonia, infaltable sweater colorido, chaleco y polera. En su oficinita tiene pegadas láminas de la Virgen María y de un Santo de barba, que debe ser San Francisco de Asís.

Oscar y el viento nos regalaron la tarde del domingo, porque no se podía hacer nada en la obra. Llegué a casa temprano y aproveché para caminar un poco hasta que oí unos ladridos a lo lejos. Los perros me escoltaron desafiantes hasta la puerta de la cabaña, un poco ladrando, un poco moviendo la cola... Hasta que dejaron de ladrar.

Unas salchichas sellaron nuestra amistad. Caminé con ellos por la nieve.

Mirando la montaña le agradecí a Oscar, al viento, al cielo y a ellos.

Cada vez soy más amigo de los que habitan la estepa.

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