Los fierritos de las paredes de la caldera
parecen marchar por una plaza roja, en ocasión de un acto de exaltación
nacionalista.
Las enormes piezas fabricadas en China yacen a la
intemperie, a pesar de las indicaciones del manual del fabricante. En algún
momento, si hay fondos y voluntad política, serán ensambladas para componer la
gigantesca caldera que generará el vapor necesario para mover las turbinas de
generación eléctrica fabricadas en Alemania. Ese vapor saldrá de las turbinas,
se condensará en un enfriador diseñado y fabricado en Estados Unidos; y el
ciclo energético volverá a empezar gracias al calor del carbón extraído de las
entrañas del territorio patrio... que tal vez no sea suficiente y finalmente deba importarse desde Europa del Este.
La obra avanza lerda bajo la nieve; ejecutada por operarios
de cada rincón del país, mal pagados y poco preparados para una obra de esta
naturaleza y este clima hostil. Jornaleros de subcontratistas locales semi
fundidos por las deudas de una contratista española corrupta e ineficiente, que
se llevó la mejor tajada fuera del país.
En algún momento, si hay fondos y voluntad política, llegará
la luz a las casas de quienes construyen la planta bajo la nieve.
A treinta años del conflicto del Atlántico Sur, y muy cerca
de su escenario, la aventura de la soberanía se impulsa una vez más con la
sangre y el sudor de soldaditos mal
pertrechados.
Atrincherarse y resistir... en esos momentos, tapados de barro y tierra y frío y sudor y sangre y con las manos callosas, somos todos iguales, el capataz y el raso y el visitante y el civil y el trabajador y el dueño.
ResponderEliminarResista amigo.
Pobres pastorcitos.
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